martes, 3 de septiembre de 2013

REFLEXIONES DE ELENA, UNA ILEWASIANA EN ECUADOR



Elena es en estos momentos cooperante en Ecuador
Elena ya nos contó en este blog sus experiencias en el Eje Cafetero colombiano, vivimos junto a ella su experiencia en Estambul con el programa Juventud en Acción y, ahora, tiempo después y tras una intensa participación en el Departamento de Cooperacion Internacional de ILÊWASI tanto en el Departamento de Cooperación Internacional como colaborando en el área de Educación, Elena ha iniciado un paso más hacia lo que más deseaba: unir su vocación como arquitecta con su pasión por la Cooperacion Internacional.

La experiencia de Elena supone un testimonio de fuerza y voluntad que invita a todos/as los ilewasianos/as y a todo el mundo, a seguir creyendo que vale la pena apostar por un sueño. Así nos lo cuenta Elena:

Todo empezó... 
Mientras crecía desarrollé inquietudes por el mundo, por otras formas de vida, por viajar y conocer. Uní época universitaria con trabajo, siendo años muy largos, en los que día a día corroboraba que no estaba haciendo algo que me llenara. Que todo mi esfuerzo valía para enriquecer monetariamente a una única persona, y donde se extralimitaban las relaciones de poder. Pero también fue un tiempo de aprendizaje del mundo que no quiero tener, al que no quiero contribuir y como no quiero ser. Pero al recibir un sueldo que te mantiene, hace que te  aferres incluso a todo eso que no quieres y dejes de lado la vida que desearías llevar o al menos lo intentes. Pero llegó la crisis y con ella mi despido, y una crisis personal: sentimiento de fracaso, de tiempo perdido, incluso de vacío. Pero sinteticé poco a poco todo lo ocurrido hasta ese momento, y lo utilicé para redirigirme con todas mis energías hacía donde yo quería, para enfocar de manera distinta mi formación académica y adquirir herramientas y preparación adecuada para mi nuevo camino.

Me he sorprendido comprobando que cuando tienes un objetivo claro te van rodeando las personas adecuadas. Mi amigo Esteban, al que estaré eternamente agradecida, conociendo mi historia me abrió las puertas del mejor sitio al que me podía llevar: ILÊWASI Centro de Investigación defensa y promoción de los niños, niñas y adolescentes. Dónde desde entonces me enseñan y me guían, y dónde me aconsejaron que era necesario realizar el Máster de Cooperación en Desarrollo que imparte la Universidad Politécnica de Valencia.

Firme en mi objetivo, y aunque las condiciones externas sean impredecibles su resultado no lo será, yo maté a mi vaca (ANEXO, leyenda hindú). Aunque en mi antiguo trabajo me pidieron que volviera, no fue una decisión fácil, volvió a sobrevolar la sombra de la zona segura, pero yo ya sabía lo que quería hacer.

Ha sido un primer año increíble. Duro a veces por su trabajo, que nada tenía que ver con todo lo que había hecho anteriormente, pero a la vez apasionante. Creo que todo el mundo debería tener la oportunidad de compartir y tratar los temas que hemos abordado. A la vez me ha ayudado a reconciliarme con la universidad y a disfrutar de la convivencia con mis pequeños, con los que he compartido multitud de cosas, y me han enseñado que tenemos unas generaciones extremadamente preparadas a pesar de su juventud y que afortunadamente existen más locos soñadores.

Así que tras algunas dificultades para afrontar mis prácticas, sobre todo monetarias ya que debemos sufragar nosotros todos los gastos. Gracias a un profesor que se ha tomado muy en serio la necesidad de apoyarnos en este tema, conseguí aplicar a una plaza cómo voluntaria en una organización de envergadura en Ecuador: Corporación Viviendas Hogar de Cristo, en la que fui seleccionada entre candidatos de todo el mundo.

Así que aquí estoy, empezando un nuevo proyecto habitacional participativo, de viviendas para las personas desalojadas más vulnerables de Monte Sinaí. Consciente de que será duro pero a la vez un reto emocionante y una experiencia única.

En definitiva me siento muy afortunada de poder decir que estoy haciendo lo que realmente quiero hacer.

Debemos tener presente que siempre que queremos cambiar algo, es porque no nos gusta lo que tenemos en ese momento y queremos mejorarlo. Aunque muchas de las actitudes que nos obstaculizan el cambio, son ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de estar bien cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir. Oportunidades que sólo podremos apreciar una vez hayamos matado nuestras vacas.

ANEXO

Leyenda hindú

Tiene un mensaje profundo e impactante, es una historia de superación personal, y que puede lograr que se piense de una manera diferente la próxima vez que se intente solucionar un problema, tomar una decisión o liberarte de un limitante de tu vida.

La historia cuenta que un viejo maestro deseaba enseñar a uno de sus discípulos por qué muchas personas viven atadas a una vida de mediocridad y no logran superar los obstáculos que les impiden avanzar. No obstante, para el maestro, la lección más importante que el joven discípulo podía aprender era observar lo que sucede cuando finalmente nos liberamos de aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero potencial.
Para impartir su lección al joven aprendiz, aquella tarde el maestro había decidido visitar con él algunos de los lugares más pobres y desolados de aquella provincia.
Después de caminar un largo rato encontraron la que consideraron la más humilde de todas las viviendas.
Aquel habitáculo a medio derrumbarse, que se encontraba en la parte más distante de aquel caserío, debía ser –sin duda- alguna la más pobre de todas. Sus paredes milagrosamente se sostenían en pie, aunque amenazaban con derribarse en cualquier momento. El improvisado techo dejaba filtrar el agua, y la basura y los desperdicios que se acumulaban a su alrededor daban un aspecto insalubre a la vivienda.
Sin embargo, lo más sorprendente de todo era que en 10 m cuadrados pudiesen vivir ocho personas. El padre, la madre, cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse en aquel lugar.
Sus viejas vestiduras y sus cuerpos sucios eran prueba del estado de profunda miseria reinante.
Curiosamente, en medio de este estado de escasez y pobreza total, esta familia contaba con una posesión poco común en tales circunstancias: una vaca.
Una flacuchenta vaca que con la escasa leche que producía, proveía a aquella familia con el poco alimento de algún valor nutricional. Pero más importante aún, esta vaca era la única posesión material de algún valor con que contaba aquella familia. Era lo único que los separaba de la miseria total.
Y allí, pasaron la noche el maestro y su novato discípulo. Al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron de la morada y antes de emprender la marcha, el anciano maestro le dijo a su discípulo: “Es hora de que aprendas la lección que has venido a aprender”.
Sin que el joven pudiese hacer nada para evitarlos, el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y degolló la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta de la vivienda, ante los incrédulos ojos del joven.
Maestro, dijo el joven: “¿Qué has hecho? ¿Qué lección es ésta, que amerita dejar a esta familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esta pobre vaca, que representaba lo único que poseía esta familia?”
Haciendo caso omiso a los interrogantes del joven, el anciano se dispuso a continuar la marcha y maestro y discípulo partieron sin poder saber qué suerte correría aquella familia ante la pérdida de su única posesión.
Durante los siguientes días, una y otra vez, el joven era atacado  por la nefasta idea de que, sin vaca, aquella familia seguramente moriría de hambre.
Un año más tarde, los dos hombres decidieron regresar nuevamente por aquellos senderos a ver qué suerte había corrido la familia. Buscaron la humilde posada nuevamente, pero en su lugar encontraron una casa grande. Era obvio que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado fuerte para aquella familia, quienes seguramente habían tenido que abandonar aquel lugar y ahora, una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de aquel lugar y había construido una mejor vivienda.
¿A dónde habrían ido a parar aquel hombre y sus hijos? ¿Qué habría sucedido con ellos? Todo esto pasaba por la mente del joven discípulo mientras que, vacilante, se debatía entre tocar a la puerta y averiguar por la suerte de los antiguos moradores o continuar el viaje y evitar confirmar sus peores sospechas.
Cuál seria su sorpresa cuando del interior de aquella casa salió el hombre que un año atrás le diera morada en su vivienda ¿Cómo es posible? Preguntó el joven. Hace un año en nuestro breve paso por aquí fuimos testigos de la profunda pobreza en que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante este año para que todo esto cambiara?
Ignorante del hecho de que el discípulo y su maestro habían sido los causantes de la muerte de su vaca, el hombre relató cómo, coincidencialmente, el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su vaca, había degollado salvajemente al animal.
El hombre continuó relatando a los dos viajeros cómo su primera reacción ante la muerte de la vaca había sido de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la vaca había sido su única fuente de sustento. El poseer esta vaca le había ganado el respeto  de sus menos afortunados vecinos, quienes envidiaban no contar con tan preciado bien.
Sin embargo, continuó el hombre, poco después de aquel trágico día, decidimos que a menos que hiciéramos algo, muy probablemente, nuestra propia supervivencia estaría en peligro. Así que decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar vegetales y legumbres con los que pudiésemos alimentarnos.
Después de algún tiempo comenzamos a vender algunos de los vegetales que sobraban y con este dinero compramos más semilla y comenzamos a vender nuestros vegetales en el puesto del mercado. Así pudimos tener dinero suficiente para comprar mejores vestimentas y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco, este año nos ha traído una vida nueva.
El maestro, quien había permanecido en silencio, prestando atención al fascinante relato del hombre, llamó al joven a un lado y en voz baja le preguntó:
¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy donde ahora se encuentra?
Seguramente no, respondió el joven.
¿Si, ves? Su vaca, fuera de ser su única posesión, era también la cadena que los mantenía atados a una vida de mediocridad y miseria.
Al no contar más con la falsa seguridad que les proveía el sentirse poseedores de algo, así no fuese más que una flacuchenta vaca, debieron tomar la decisión de buscar algo más.
En otras palabras, la misma vaca que para sus vecinos era una bendición, les había dado la sensación de poseer algo de valor y no estar en la miseria total, cuando en realidad estaban viviendo en medio de la miseria.
Así es cuando tienes poco. Lo poco que tienes se convierte en un castigo, ya que no te permite buscar más. No eres feliz con ello, pero no eres totalmente miserable. Estas frustrado con la vida que llevas, más no lo suficiente como para querer cambiarla. ¿Ves lo trágico de esta situación?
Fuente: Camilo Cruz (Liderazgo y Mercadeo)

¡¡GRACIAS ELENA!!

Gracia por compartir tu vida, tus reflexiones, tus sueños… con nosotros/as …
En ILÊWASI te queremos de corazón